Allá por la década de los veinte del siglo pasado, en la misma época en que André Breton y su grupo de surrealistas descubrieron el juego poético del "cadáver exquisito" - ya explicado en este blog -, los alumnos de la madrileña Residencia de Estudiantes inventaron y pusieron de moda el de los anaglifos.
Un anaglifo es una imagen bidimensional que al ser observada a través de unas gafas con lentes de colores diferentes, una roja y otra azul, parece tener tres dimensiones. El hecho de que aquellos estudiantes - entre los cuales, por cierto, andaban Salvador Dalí, Federico García Lorca y Luis Buñuel - adoptaran el concepto para aplicarlo a un entretenimiento literario nos habla de la avidez que sentían ante lo nuevo y lo transformador, algo en lo que, por otra parte, aquellos años fueron pródigos.
El juego consiste en elaborar una breve estrofa compuesta de tres sustantivos siguiendo las siguientes reglas:
- El primer sustantivo se escoge al azar y se repite dos veces.
- El segundo tiene que ser obligatoriamente "la gallina".
- El tercero, que será el que concluya el poemita, debe estar lo más alejado posible desde un punto de vista semántico del primero.
El objetivo es el de producir efectos sorprendentes provocados por la imprevisibilidad de las asociaciones. En la época en la que se jugaba en la Residencia, los anaglifos más celebrados eran los que conseguían un mayor contraste entre el primer sustantivo y el tercero.
Lorca introdujo una variante que consistía en convertir el último "verso" en una frase:
El unicornio,
el unicornio,
la gallina
y no es un sueño.
Tanto el juego de los "anaglifos" como el del "cadáver exquisito" apelan al azar como medio para la construcción de un texto. Sin embargo, es interesante comprobar que mientras que en el "cadáver" no existen reglas, en los "anaglifos" las posibilidades de lo imprevisto están limitadas por las normas que ordenan el juego. Aunque nos estemos moviendo en el ámbito de lo lúdico, esta conclusión nos valdría para aproximarnos a las diferencias entre el surrealismo francés y el español. Los juegos siempre abren puertas.